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Virgilio, La Eneida (Siglo I a. C.), Libro IV, hexámetros. Héroe troyano Eneas, hijo de los dioses, de quien descenderá Rómulo, fundador de Roma. Dido, reina de Cartago, se enamora apasionadamente de Eneas cuando este, arrojado por una tempestad a las costas de África durante su regreso de Troya, es acogido por ella. Pero Eneas debe seguir con su misión, parte. La reina decide poner fin a su vida. Dido y Eneas, barroco, 1682, Henry Purcell y Nahum Tate. Ópera en tres actos.
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La historia de amor entre Dido -Europa- y Eneas -héroe financiero- llama a su fin y con él aparece la desesperación del abandono. El dolor es grande no solo por la pasión del bienestar a la que se entregó Dido, sino porque para ello tuvo que romper con los lazos que le ataban a la memoria de Siqueo –el humanismo-, su primer amor. Nuestro padre Virgilio lo sabía.
... y Dido se suicida. (vv. 648-705)
En ese momento, cuando las ropas de Ilión y el lecho conocido
contempló, en breve pausa de lágrimas y recuerdos,
se recostó en el diván y profirió sus últimas palabras:
«Dulces prendas, mientras los hados y el dios lo permitían, 650
acoged a esta alma y libradme de estas angustias.
He vivido, y he cumplido el curso que Fortuna me había marcado,
y es hora de que marche bajo tierra mi gran imagen.
He fundado una ciudad ilustre, he visto mis propias murallas,
castigo impuse a un hermano enemigo tras vengar a mi esposo: 655
feliz, ¡ah!, demasiado feliz habría sido si sólo nuestra costa
nunca hubiesen tocado los barcos dardanios.»
Dijo, y, la boca pegada al lecho: «Moriremos sin venganza,
mas muramos», añade. «Así, así me place bajar a las sombras. 660
Que devore este fuego con sus ojos desde alta mar el troyano
cruel y se lleve consigo la maldición de mi muerte.»
Había dicho, y entre tales palabras la ven las siervas
vencida por la espada, y el hierro espumante
de sangre y las manos salpicadas. Se llenan de gritos los altos 665
atrios: enloquece la Fama por una ciudad sacudida.
De lamentos resuenan los techos y de los gemidos
y el ulular de las mujeres, el éter de gritos horribles,
no de otro modo que si Cartago entera o la antigua Tiro
se agitasen por igual en los tejados de los dioses y de los hombres.
Lo oyó su hermana sin aliento y en temblorosa carrera
asustada, hiriéndose la cara con las uñas y el pecho con los puños,
se abalanza y llama por su nombre a la agonizante:
« ¿Así que esto era, hermana mía? ¿Con trampas me requerías?
¿Esto esa pira, estos fuegos y altares me reservaban? 675
¿Qué lamentaré primero en mi abandono? ¿Desprecias en tu muerte
la compañía de tu hermana? Me hubieras convocado a un sino igual,
que el mismo dolor y la misma hora nos habrían llevado a ambas.
¿He levantado esto con mis manos y con mi voz he invocado
a los dioses patrios para faltarte, cruel, en tu muerte? 680
Has acabado contigo y conmigo, hermana, con el pueblo y los padres
sidonios y con tu propia ciudad. Dejadme, lavaré sus heridas
con agua y si anda errante aún su último aliento
con mi boca lo he de recoger.» Dicho esto había subido los altos escalones, 685
y daba calor a su hermana medio muerta con el abrazo de su pecho
entre lamento y con su vestido secaba la negra sangre.
Cayó aquélla tratando de alzar sus pesados ojos
de nuevo; gimió la herida en lo más hondo de su pecho.
Tres veces apoyada en el codo intentó levantarse, 690
tres veces desfalleció en el lecho y buscó con la mirada perdida
la luz en lo alto del cielo y gimió profundamente al encontrarla.
Entonces Juno todopoderosa, apiadada de un dolor tan largo
y de una muerte difícil a Iris envió desde el Olimpo
a quebrar un alma luchadora y sus atados miembros. 695
Que, como no reclamada por su sino ni par la muerte se marchaba
la desgraciada antes de hora y presa de repentina locura,
aún no le había cortado Proserpina el rubio cabello
de su cabeza, ni la había encomendado al Orco Estigio.
Iris por eso con sus alas de azafrán cubiertas de rocío 700
vuela por los cielos arrastrando contra el sol mil colores
diversos y se detuvo sobre su cabeza. «Esta ofrenda a Dite
recojo como se me ordena y te libero de este cuerpo.»
Esto dice y corta un mechón con la diestra: al tiempo todo
calor desaparece, y en los vientos se perdió su vida. 705
Hic, postquam Iliacas uestis notumque cubile
conspexit, paulum lacrimis et mente morata
incubuitque toro dixitque nouissima uerba: 650
'dulces exuuiae, dum fata deusque sinebat,
accipite hanc animam meque his exsoluite curis.
uixi et quem dederat cursum Fortuna peregi,
et nunc magna mei sub terras ibit imago.
urbem praeclaram statui, mea moenia uidi, 655
ulta uirum poenas inimico a fratre recepi,
felix, heu nimium felix, si litora tantum
numquam Dardaniae tetigissent nostra carinae.'
dixit, et os impressa toro 'moriemur inultae,
sed moriamur' ait. 'sic, sic iuuat ire sub umbras. 660
hauriat hunc oculis ignem crudelis ab alto
Dardanus, et nostrae secum ferat omina mortis.'
dixerat, atque illam media inter talia ferro
conlapsam aspiciunt comites, ensemque cruore
spumantem sparsasque manus. it clamor ad alta 665
atria: concussam bacchatur Fama per urbem.
lamentis gemituque et femineo ululatu
tecta fremunt, resonat magnis plangoribus aether,
non aliter quam si immissis ruat hostibus omnis
Karthago aut antiqua Tyros, flammaeque furentes 670
culmina perque hominum uoluantur perque deorum.
audiit exanimis trepidoque exterrita cursu
unguibus ora soror foedans et pectora pugnis
per medios ruit, ac morientem nomine clamat:
'hoc illud, germana, fuit? me fraude petebas? 675
hoc rogus iste mihi, hoc ignes araeque parabant?
quid primum deserta querar? comitemne sororem
spreuisti moriens? eadem me ad fata uocasses,
idem ambas ferro dolor atque eadem hora tulisset.
his etiam struxi manibus patriosque uocaui 680
uoce deos, sic te ut posita, crudelis, abessem?
exstinxti te meque, soror, populumque patresque
Sidonios urbemque tuam. date, uulnera lymphis
abluam et, extremus si quis super halitus errat,
ore legam.' sic fata gradus euaserat altos, 685
semianimemque sinu germanam amplexa fouebat
cum gemitu atque atros siccabat ueste cruores.
illa grauis oculos conata attollere rursus
deficit; infixum stridit sub pectore uulnus.
ter sese attollens cubitoque adnixa leuauit, 690
ter reuoluta toro est oculisque errantibus alto
quaesiuit caelo lucem ingemuitque reperta.
Tum Iuno omnipotens longum miserata dolorem
difficilisque obitus Irim demisit Olympo
quae luctantem animam nexosque resolueret artus. 695
nam quia nec fato merita nec morte peribat,
sed misera ante diem subitoque accensa furore,
nondum illi flauum Proserpina uertice crinem
abstulerat Stygioque caput damnauerat Orco.
ergo Iris croceis per caelum roscida pennis 700
mille trahens uarios aduerso sole colores
deuolat et supra caput astitit. 'hunc ego Diti
sacrum iussa fero teque isto corpore soluo':
sic ait et dextra crinem secat, omnis et una
dilapsus calor atque in uentos uita recessit.

