Alguien lo ha descrito como el “grafiti urbano de la ausencia”, “ornamentación espectral”, “murales de demolición”, “medianeras” para José Antonio Millán, “huellas de lo cotidiano” para Rita Simoni.
Lo cierto es que más allá de la inquietud que despiertan estas imágenes, a la manera de una receta para la emoción, se reconoce una mezcla de fino sabor a pudor, con un atisbo de inexplicable y hondo temor, algo de frío desconsuelo, dorado lentamente a la sombra de un irremediable pasado condenado al olvido. Y belleza. Un imposible cruce de sentimientos encontrados. Efímero arte urbano de la ausencia.
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