30 de junio de 2010

TALENTOS

Heredé la habilidad para identificar con facilidad cualidades humanas que no tengo la suerte de poseer. Es, supongo, como quien identifica y siente el placer de la buena música sin saber tocar ningún instrumento. Además, puedo presumir de un privilegio, cuento con la proximidad de un nutrido grupo de personas capaces de sorprenderme gratamente con sus aportaciones. A su siempre enriquecedora influencia sólo puedo corresponder con este pequeño reconocimiento.

Es lo que quiero reflejar aquí en esta ocasión, en respuesta hoy a la aportación de E. C. Pedro y Mario, haciéndome eco de dos magníficos referentes que me señalan en lo relativo a una valiente manera de denunciar las injusticias, huyendo de la adulación y la complacencia. Uno es mediante el arte (Otto Dix) y el otro mediante la palabra (Sir Gerald Kauman). Mi gratitud.


OTTO DIX

Otto Dix (Alemania; Untermhaus, 1891 – Singen, 1969), pintor y grabador, se formó en Dusseldorf y Dresde. Fue un cronista mordaz de la sociedad de su tiempo y con deliberado feísmo y violencia denunció y criticó lo peor de la época, en particular lo relativo a la brutalidad de la I Guerra Mundial. Líder del movimiento “Nueva Objetividad” expresó su repulsa a la injusticia social a través de obras donde refleja con especial crudeza esa realidad repelente de posguerra. Ello originó que en Berlín, entre 1933 y 1945, se le prohibiera ejercer su profesión por ser considerado el creador del “Arte Degenerado”, desmoralizar al ejército y degradar a la mujer alemana. Algunas de sus obras fueron destruidas por los nazis. Su reconocimiento como artista universal no se produjo hasta 1955.
























SIR GERALD KAUFMAN

Político, miembro del Parlamento Británico desde 1970, pertenece al Partido Laborista.

1 comentario:

E. C. Pedro dijo...

¡Pues mira que me has presentado un par de obras del gran Dix! Pese a ser un artista muy valiente y fuerte, creo que los nazis lograron partirle el espinazo a su capacidad artística. No es, ni mucho menos, el peor efecto de la Segunda Guerra. Pero no cabe duda de que es escalofriante. Paul Klee, quien no tuvo que padecer esos años horribles, se preguntaba en una de las últimas entradas de su diario si era él quien estaba loco, o si era el mundo a su alrededor el que había perdido todo sentido de las proporciones. La respuesta es obvia: Europa y América y Asia y África y Oceanía se habían vuelto locos delirantes violentos. Si no hubiese sido por tanto artista "degenerado" me pregunto si la humanidad habría podido retomar un curso razonable. Un abrazo Javier y gracias por tus amables palabras.

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