"El miedo persigue a los que temen
ser cazados, forzados a hablar un idioma
de palabras extrañas, como una canción
de tumba que carece de espacio.
Suena el canto de los pájaros
y las nubes se desgastan
como el ojo del zafiro,
que cae sobre sus nidos
de piedras blancas.
Las palabras son arrancadas
de las bocas, que añoran
ser alimentadas, pero nadie
puede domesticar la lluvia
que gotea en el corazón
de la tiniebla como una
carta escrita en la oscuridad
de la noche. "
Milorad Pavic
Sueño que devora
"
Unas veces soy yo el que sueña, otras veces es otro quien lo hace y yo me limito a ser mero espectador de su sueño. Lógicamente, esto que digo no es una certeza, sino la conclusión a la que me llevan las sensaciones de extrañeza que experimento ante los acontecimientos que suceden en mis sueños y ante esas emociones que provoca lo genuinamente ajeno.
En ocasiones mi sueño respeta el tiempo en el que transcurre la acción, otras veces mezcla sin un orden aparente el futuro, el presente y el pasado. No es inusual que reconozca durante la vigilia algún “déjà vu-déjà connu” en relación con un sueño anterior, como si algunos tuvieran la cualidad de poder recrear acontecimientos futuros. Cuando en el transcurso del sueño se muestran situaciones que reconozco como ya vividas, no siempre encuentro concordancia entre los personajes que aparecen y los que estuvieron presentes realmente. Esto genera en mí una confusa sensación de sorpresa que puede aparecer durante el mismo sueño o después, al recordarlo. Los actores que participan tampoco guardan siempre la coherencia física o argumental que les correspondería fuera del sueño. Pueden mostrar un cuerpo o una personalidad discordante con su cara, o pueden carecer de ella, o ser simplemente una presencia imprecisa de sí mismos, borrosa, aunque manteniéndose casi siempre perfectamente reconocibles. Así, el eje principal que aparentemente justifica el sueño, y al que se supeditan escenas y personajes, parece ser de tipo emocional. “No soñamos un monstruo que da miedo, soñamos el miedo y este adopta la forma y lugar que lo evidencia”.
La ubicación de mis sueños suele ser igualmente imprecisa en la mayoría de las ocasiones, aunque ciertos elementos aislados sugerirían con cierta fiabilidad cuál es el lugar o los lugares donde todo transcurre. Además, no siempre encuentro en los sueños, tanto en el tiempo como en el lugar, una continuidad que me resulte lógica, ni es reconocible el punto en el que todo parece cambiar. Es posible, pienso, que los distintos sueños sucedan uno tras otro o incluso puedo intuir la eventualidad de que se superpongan témporo-espacialmente sin causar la impresión de extrañeza que sería de esperar. Hay un momento en ciertos sueños, no infrecuente, en que se produce un cambio brusco y aparentemente casual hacia otro sueño de tipo repetitivo, de los que reconozco como ya soñados con anterioridad otras muchas veces. Así, en ocasiones, me doy cuenta perfecta de los cambios que se han producido respecto a otro remake anterior. No soy consciente del protagonismo del tacto o del olfato en ningún sueño; sí de la sensación de dolor, que puede llegar a despertarme, o el placer que me provoca algún perfume, que puede fascinarme, pero de otras formas y maneras mucho más desubicadas o menos referenciadas a sus respectivos sentidos.
Cuando es otro el que sueña, cuando yo soy el espectador, me pueden suceder cosas nunca antes vividas ni imaginadas por mí, incluso puedo descubrir soluciones lógicas a cuestiones que hasta ese momento me parecían indescifrables. No siempre soy un espectador ajeno al sueño, pero mi papel en él siempre es secundario. Sensaciones semejantes a las que puedo experimentar cuando descubro la clave de un enigma o la solución a un problema que abre las puertas a un mundo insospechado. Me asomo a una ventana a través de la cual nada es reconocible como previo, ni responde a una cuestión planteada en la conciencia de lo anterior.
Que todo suceda dentro de la mente y exclusivamente en ella, suponer por lo tanto que el sueño surge y pertenece en exclusiva al individuo que sueña, me parece que es como intentar deducir un resultado racional a una operación estrictamente irracional. Racional e irracional pertenecen a lo real y excluyen a lo imaginario, pero los sueños van más allá de lo puramente matemático. Infiero que si los insectos son capaces de comunicarse entre ellos a kilómetros de distancia, nada impide aceptar como verosímil que durante ese complejo e inescrutable proceso que es el sueño, el individuo que sueña y el sueño en sí mismo pudieran pertenecer a una dimensión desconocida y que no se limitase únicamente al espacio físico del cerebro dentro de un cráneo rígido.
Podría concluir, como Calderón, que “los sueños, sueños son”; pero así, aun acabando con el asunto, no conseguiría resolverlo. Tampoco es ese mi objetivo, por supuesto. Esta actividad tan fascinante, el sueño, que nos ocupa durante gran parte de nuestra vida, esencial para su mantenimiento, es para mí mucho más que un simple proceso fisiológico de recuperación para la vigilia.
Acostumbrados como estamos a parcelar el conocimiento, resulta especialmente difícil hacer prevalecer una visión unificadora del individuo, del que acostumbramos a estudiar cada una de sus partes de forma más o menos independiente de las otras. Más aún, del individuo con otros individuos, de la especie con otras especies o, incluso, de la vida misma con el universo. Somos parte de un todo que funciona unido. Quizá exagere, pero un hecho incuestionable, decisivo para mí, es que estamos construidos con la misma materia que ese universo y estamos sometidos a las mismas leyes que él. Una observación simple pero extremadamente sugerente. Lo que vemos más allá del horizonte no es el escenario del teatro de nuestra vida, es una parte recíproca de nosotros mismos y de esa desconocida esencia que construye y justifica nuestros inquietantes sueños.
"
"Sueño con una mesa y una silla
Sueño que me doy vuelta en automóvil
Sueño que estoy filmando una película
Sueño con una bomba de bencina
Sueño que soy un turista de lujo
Sueño que estoy colgando de una cruz
Sueño que estoy comiendo pejerreyes
Sueño que voy atravesando un puente
Sueño con un aviso luminoso
Sueño con una dama de bigotes
Sueño que voy bajando una escalera
Sueño que le doy cuerda a una vitrola
Sueño que se me rompen los anteojos
Sueño que estoy haciendo un ataúd
Sueño con el sistema planetario
Sueño con una hoja de afeitar
Sueño que estoy luchando con un perro
Sueño que estoy matando una serpiente
Sueño con pajarillos voladores
Sueño que voy arrastrando un cadáver
Sueño que me condenan a la horca
Sueño con el diluvio universal
Sueño que soy una mata de cardo.
Sueño también que se me cae el pelo. "
Nicanor Parra
Sueños
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