30 de mayo de 2020

LIBERTAD OLVIDADA


"Un hombre pierde la libertad, o el amor, o la vida, qué más da. 
En la cantina aún quedan rincones donde ahogar la impotencia con un trago. 
Junto a otros. 
Al fondo suena la música… "








"
En ocasiones juego a imaginar. Hoy lo hago intentando ponerme en la piel de aquellos soldados en blanco y negro, trincheras invernales empapadas de barro, niebla y sangre, que muestran los reportajes de la gran guerra. Ganas de sufrir innecesariamente. Haber sobrevivido en unas condiciones inhabitables, hasta el punto de volverse irreconocible ante uno mismo, es una experiencia que adivino similar a la de haber sido violado, como si un enemigo te hubiese desgarrado para siempre en el espacio más íntimo y personal. El intenso frío que se cuela entre los huesos, el olor profundo y vomitivo de la suciedad y la sangre, propias y ajenas, el doloroso cansancio en la espalda y las rodillas, el atronador sobresalto de las detonaciones, la humedad en los pies y las manos, el hambre, la sed, los parásitos, insectos y ratas impertinentes, la punzada constante del miedo en el vientre, la imagen atroz e imborrable de los cuerpos desmembrados,… y la sensación de no ser ya uno mismo, de estar cediendo al horror de la violencia, de estar olvidando a ese otro que uno era, del motivo por el que se lucha o se evita la muerte. 

Hoy he visto un vídeo hecho por un aficionado desde una ventana. En él un anciano anda por la calle sin mascarilla e interpela con gran vehemencia a los vecinos como si se tratase de la voz de la conciencia: “Nada hay más valioso que la libertad – grita-, salid a la calle, no seáis prisioneros del miedo, no seáis cobardes. Yo participé en la gran guerra y… ¿sabéis cuántos murieron para defender nuestra libertad, esta que os están robando?” Me ha sobrecogido. 

Últimamente, antes de esta pandemia, insistentes anuncios de una empresa que vende sistemas de alarma se colaban por todas partes. En ellos se introducía de manera sutil el miedo a ser robado si no se disponía de él. Confieso que la exagerada cantidad de anuncios que había en todos los medios de comunicación me hizo pensar en lo inadecuado de este tipo de publicidad que incide, casi sin darnos cuenta, en las zonas más vulnerables de nuestro subconsciente, sembrando el miedo más allá de lo razonable. 

Algo similar observo ahora respecto de esta pandemia. Desde todas las esferas de poder se alimenta un miedo que nos tiene paralizados. Hemos perdido los derechos fundamentales, por los que tantos ofrecieron su vida, a manos de unos gobernantes que se adjudican ese privilegio precisamente argumentando salvarnos la nuestra. Prohibiciones, multas, controles, amenazas y un estado de opinión que paraliza a una sociedad ya de por sí bastante hipnotizada y pusilánime. El resultado, pérdida de la libertad, del trabajo, de la relación con los seres queridos, del bienestar, con una consecuencia previsible, el rescate por otros países a cambio de aceptar unas condiciones que nos harán aún más esclavos y pobres, la introducción de unos sistemas de control de la ciudadanía que amenazan su intimidad y libertad futuras, algo impensable tan solo hace unos meses. 

¿Era necesario? Pues el número de muertes que está originando esta pandemia, no sabemos si deliberada, es similar al que provoca la epidemia de gripe de otros años. Bien es cierto que su alta contagiosidad ha saturado en poco tiempo el sistema. Pero en ello hay también mucho de imprevisión, de negocio en la privatización, el dimensionado y la utilización de los recursos. Porque poner camas y comprar respiradores y mascarillas es algo que depende del mercado, del dinero y de la logística -penosa-, pero tener personal cualificado para atender adecuadamente a los pacientes no se improvisa, ni se resuelve con dinero de la noche a la mañana. Igual que el adecuado cuidado de la inmunidad de los más vulnerables. 

¿Cuántos muertos vale la libertad? Muchos de aquellos que conocieron la posguerra han fallecido solos en un país de chovinistas, desmembrado por un sistema político que genera innumerables sabandijas enfrentadas, y una sanidad y unos asilos sometidos a la disciplina de las multinacionales de fondos de inversión. Ausencia de una conciencia y horizonte comunes. 

Los países son esclavizados generando deudas impagables, los ciudadanos mediante el miedo. Los que dieron su vida antaño para conquistar nuestra libertad de hoy no se merecen tanta cobardía. 

Imagino una trinchera llena de soldados dispuestos a morir por defender la libertad...
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