"El perfil de lo andaluz se fue modelando desde el siglo XVIII a partir de la visión que la burguesía europea tuvo de sí misma. Andalucía fue ante todo un mito burgués, tanto como Italia lo había sido de la aristocracia. La apariencia de sus viajeros, el consumo de sus imágenes por el público europeo y los nuevos medios de difusión artística, primero con el desarrollo de la litografía y, avanzando el siglo, del daguerrotipo, permitieron rápiamente la divulgación a gran escala, como pocas veces había pasado en la historia, de sus principales monumentos y de sus tipos populares. Frente a lo que sucedió en otros países, Andalucía consiguió vender a Europa su cultura popular basada en sus trajes tradicionales, sus escenas singulares, sus tipos de costumbres y sus principales ciudades. Sus edificios llegaron a ser tan populares que se construyeron copias en Londres y en París, para que el público pudiese disfrutar de su contemplación.
Todo ello permite deducir que la imagen de Andalucía que ofrece el arte no sólo obedece a una necesaria simplificación perceptiva, sino que, evidentemente, a fuerza de reiterar esta visión, sobre todo en los nuevos espacios de ocio y cultura de mediados del siglos XIX, como fueron las exposiciones universales, la percepción de lo andaluz se volvió aún más fantasiosa e imaginativa. Y siempre descontextualizada y sometida a una simplificación que, como todas, tienden a empobrecer su auténtica realidad cultural."
Todo ello permite deducir que la imagen de Andalucía que ofrece el arte no sólo obedece a una necesaria simplificación perceptiva, sino que, evidentemente, a fuerza de reiterar esta visión, sobre todo en los nuevos espacios de ocio y cultura de mediados del siglos XIX, como fueron las exposiciones universales, la percepción de lo andaluz se volvió aún más fantasiosa e imaginativa. Y siempre descontextualizada y sometida a una simplificación que, como todas, tienden a empobrecer su auténtica realidad cultural."
MÉNDEZ RODRÍGUEZ, Luis, La imagen de Andalucía en el arte del siglo XIX. Sevilla: Centro de Estudios Andaluces, 2008. Pp. 162-163.
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