Me resisto a caer en el maniqueísmo. Me resisto a dividir el mundo entre buenos y malos. Muy probablemente, me digo, todos seamos “gente” y, en algún momento y por algún motivo, capaces de sucumbir a aquello que denunciamos. Me resisto a dejarme llevar por la cómoda inercia de lo “políticamente correcto”, por la moda revolucionaria del momento o por la pasión que más rédito aporta en un momento dado. No quiero parcelar la injusticia ni clasificar a los muertos, no si se trata de priorizar indemnizaciones a costa del sufrimiento, el odio o el resentimiento. Sin embargo, reconozco que algunas realidades que nos rodean son tan atroces que es prioritario y necesario levantar la voz, y con vehemencia, pues la indignación arroya cualquier análisis frío y ordenado. Que ello no nos haga olvidar, sin embargo, a los que por no tener voz quedan siempre excluidos, ni nos haga creer inmunes a la dinámica de la infamia.
Ahora estamos en este momento y a este lado y es necesario denunciar.
Isabel Allende lo hace con historias llenas de pasión.
Pilar es quien me sugirió este post. Gracias.
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