21 de mayo de 2013

LUCES INVISIBLES FUERA DE TONO

El áccipe fascista de mi adolescencia ya no se pronuncia ni se materializa en un objeto. El imperativo, la obligación de decir, insonora e invisible, en su totalitarismo subrepticio, en su prepotencia y en su violenta profusión es el más fascista, el más dictatorial que ha existido nunca. Alienada, obscenamente vulgar, la monstruosa Italia del sueño de la razón y del olvido de la poesía, el país que está entre los últimos de Europa en los índices de lectura, esta Italia yerma, despojada y pasiva, ignorante y afásica, es la primera, creemos, la más preparada para entrar triunfalmente en el Gran Mercado del Mundo, en la globalización de las mercancías y de los consumos: para en ella anularse, para en ella felizmente morir. "

Vincenzo Consolo 
La desaparición de las luciérnagas (fragmento)































“Primum non nocere” es una máxima aplicada en el campo de la medicina y frecuentemente atribuida al médico griego Hipócrates y que se puede traducir en castellano por "lo prioritario es no dañar"; es decir, se pueda o no ayudar a un enfermo, es fundamental no dañarle nunca. Sin embargo, en muchas ocasiones, los médicos administran al paciente remedios contra su enfermedad que provocan efectos secundarios de distinta gravedad, incluso pudiendo llegar a ocasionarle la muerte. A pesar de ello la estadística se inclina a favor de la utilización de aquellos medicamentos cuyos beneficios demostrados superan sobradamente los riesgos posibles. De ahí la importancia de seguir los pasos y protocolos diseñados para minimizar los efectos indeseables de cualquier tratamiento necesario.

























En el ámbito quirúrgico la cuestión es más evidente. La inmensa mayoría de tratamientos que se aplican en el quirófano provocan sufrimiento y casi ineludiblemente la muerte. O lo provocarían si no fuera porque hay un profesional que se dedica a evitarlo y que es bastante desconocido para la mayoría: el anestesiólogo. De hecho, el enorme avance de la cirugía ha sido posible merced al perfeccionamiento de técnicas anestésicas que permiten mantener la integridad del paciente mientras es sometido a resecciones, trasplantes, manipulaciones de todo tipo, etc., casi de forma independiente a su estado de salud basal y de tal manera que su recuperación posterior sea satisfactoria. Hay que reseñar una cuestión básica, el trabajo en un quirófano es una labor de equipo y de esa sincronía depende en gran medida su eficacia.

























Y es en ese reparto de responsabilidades donde al anestesiólogo le corresponde el importante papel de garantizar la seguridad y el bienestar del paciente, entendido como un todo, al margen de facilitar las condiciones específicas necesarias para que la cirugía pueda llevarse a efecto. No es por lo tanto acertado, sino todo lo contrario, publicitar como segura una técnica quirúrgica –lo cual he visto en muchas ocasiones- argumentando que es sin anestesia, cuando lo que realmente se comunica es que se realiza sin la presencia de un anestesiólogo.

























Como es fácil de imaginar, si el principio básico de no dañar es importante en cualquier acto médico, en anestesiología lo es especialmente. Primero por la categoría del daño inherente al acto quirúrgico, que de no ser tratado adecuadamente y de forma inmediata podría devenir en dramáticas consecuencias, y en segundo lugar por el propio riesgo de algunos procedimientos anestésicos que se han de ejecutar ineludiblemente. Por todo ello es esencial un alto nivel de excelencia y exigencia en todos los elementos que intervienen antes, durante y después de una operación quirúrgica. Un universo invisible para la mayoría de los no iniciados.

























Estas consideraciones me parecen oportunas ahora porque, como todos sabemos, en estos momentos nuestra sanidad está sufriendo importantes cambios ocasionados por esa persistente crisis que parece no dejar nada en su sitio. Sus consecuencias aún están pendientes de ser definidas de manera nítida, pero no es difícil imaginar algo de lo que se avecina y prever sus efectos. Siendo como son los criterios económicos los que parecen primar en esta transformación, con una progresiva merma en los recursos materiales y humanos, es de suponer que el margen de maniobra con el que lucharemos contra la enfermedad se verá reducido en el futuro y, sin llegar a dañar al paciente, quizá sí que nos veamos abocados a no poder atenderle adecuadamente. Ya está pasando.

























Aquí es preciso hacer una puntualización general. Y una recomendación innecesaria para la mayoría de mis colegas. El médico es un profesional especialmente sensible a unos principios éticos ineludibles, en los que se fundamenta la necesaria confianza de la sociedad a la que atiende, y que establecen una clara distinción entre lo que pudiendo ser legal desde un punto de vista jurídico, no es sin embargo legítimo desde el punto de vista deontológico. Creo que esto era más evidente cuando se mantenía la tradición del juramento Hipocrático. Otro universo invisible.

























¿Hasta dónde podrán seguir luchando los profesionales sanitarios para impedir que el deterioro de sus condiciones de trabajo llegue a afectar negativamente a sus pacientes? ¿Dónde nos llevan nuestros gobernantes? En mi opinión, no cabe duda de que es necesario mejorar la gestión de la sanidad pública para racionalizar adecuadamente los recursos disponibles en estos difíciles momentos que vivimos, pero privatizarla no hará sino supeditar esos recursos a criterios de índole mercantil, en beneficio de unos pocos y en perjuicio de la mayoría.

























Y transformar nuestra máxima “Primum non nocere” en “primum oeconomica beneficia”.














La fotografía es de SHANNON HOURIGAN







4 comentarios:

César dijo...

Interesante reflexión que viene a tranquilizarme en cierta manera, ya que finalmente la sanidad quedará en manos de profesionales que espero no se muevan por criterios mercantiles, al menos la mayoría. Cosa que por otra parte comienzo a dudar a raíz de unas palabras que le oí a un profesional con respecto al traslado de un enfermo a otro hospital con mejores medios: " La enviamos al hospital PORQUE NOTAMOS QUE SE ENCUENTRA ESPABILADA." si llega a salir menos espabilada del infarto intestinal que sufrió, ya se muere allí mismo.
Temo que finalmente el vil metal nos envenene por completo y contra eso no sé si encontraremos antídoto.

Anónimo dijo...

No se puede decir mejor Javier.
Y ahora a todos los que hemos pagado religiosamente año tras año, la Seguridad Social, sin gastarnos en una aspirina, ¿nos van a devolver el dinero que hemos pagado con intereses? Prestamos para los estudios, prestamos para la Sanidad, Impuestos para arriba, impuestos para abajo. Nada que cambien las leyes para que los ricos no tengan que pagar y los pobres que los avalen, total si con un bocadillo de mortadela y una tirita con mercromina, estamos tan felices.
Un abrazo.
María de la Cal.

BEATRIZ dijo...

FJavier,
Es crítico lo que dices respecto de la sanidad en el ámbito médico, no podría yo juzgar o argumentar sólidamente, pues no soy experta, solo puedo decir que tú expones de forma impresionante cualquier tema, y que con el conocimiento de profesionales en el asunto, nada puede ir tan mal, sobre todo si se procura pensar en el bienestar de los enfermos.

Eso bastaría, pensar en lo que convenga mejor al paciente no solamente en el aspecto médico, sino también en sus posibilidades de poder pagar un tratamiento.

Te saludo y deseo que tengas un feliz comienzo de semana.

Jezabel dijo...

Pase lo que pase, no dejéis -los anestesistas- de sonreir, por favor. Que el sueño artificial, asusta. Mejor con una sonrisa previa.

Besos.

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