16 de mayo de 2018

KARMA EN EL ESTANTE








"Este fin de semana pasado, intentando poner algo de orden en mi biblioteca, he encontrado un libro que tenía casi olvidado. Se trata de un ejemplar antiguo, pequeño, de apenas cincuenta páginas, encuadernado en tapa dura y que guarda para mí varias peculiaridades.

Es un libro indio, reeditado en 1854 por la editorial Jobs, en la ciudad de Jaipur, y adquirido en la librería Kashi, regentada por K. Chandramonli y situada a escasos metros del templo dorado de Vishwanath, en Benarés, por el hombre que yo he conocido con la mayor veneración y amor hacia la India, mi amigo Mario. Me lo regaló unos meses antes de que yo supiera de su enfermedad, porque él conocía mi fascinación por los libros antiguos y por aquellas historias que me contaba de sus viajes, y con una única y sorprendente recomendación, que no lo abriese hasta después de su muerte. Recuerdo que, poco antes de que el cáncer acabara con sus fuerzas, se trasladó hasta las orillas del Ganges, lugar que eligió para despedirse de la vida. Siendo como era hombre tan espiritual no me sorprendió la naturalidad con la que vivió aquella enfermedad ni la manera de hacer frente a su final. También recuerdo nuestra última conversación telefónica en la que me habló de la tranquilidad de su espíritu y de aquellos otros que le acompañaban y con los que esperaba el final de sus días. Me parece estar escuchando su voz serena y débil, por última vez, “si en dos semanas no tienes noticias mías, puedes abrir el libro que te regalé. Sigue mis instrucciones al pie de la letra”. 

Todo esto puede sonar muy misterioso, lo sé, pero cualquiera que conociera a Mario no se sorprendería. Su vida y sus historias siempre habían estado llenas de fantasías y de una teatralidad que a él gustaba llenar de intriga. 

Recuerdo ahora el momento en que abrí el libro por primera vez y la extrañeza que me provocó desde el primer instante el título y cada una de sus páginas, que aún hoy siguen representando, en gran medida, un enigma. Está escrito en sánscrito. Por suerte para mí Mario había introducido unos folios manuscritos de su puño y letra, cuidadosamente doblados en su interior, junto a una preciosa hoja seca, casi trasparente, y el recibo de la compra del libro. En ellos se recreaba en múltiples detalles haciendo una mezcla entre traducción y explicación, junto con precisas indicaciones respecto a su uso y lectura. La hoja seca, decía, la cogió él mismo del árbol Sri Macha Bodhi que hay junto al templo Mahabodhi, descendiente directo del Bodhi sagrado bajo cuya sombra Siddhartha Gautama alcanzó la iluminación espiritual. Confieso que me emocionó. 

El texto original del libro, de autor desconocido, se remonta a unos 500 años a. de C. No sólo es un libro. Me explicaré. Puede leerse comenzando desde el principio o desde el final. Su portada y contraportada son similares. Según me dice Mario en su escrito el título podría traducirse más o menos como “Entre el principio y el fin” en uno de los lados y “Entre el fin y el principio” en el opuesto. Tiene esos peculiares signos del sánscrito que me han parecido siempre tan elegantes y algún que otro dibujo. Todo él está impreso con tinta negra sobre fondo blanco, algo amarillento actualmente, salvo en las hojas centrales. La que ocupa justo el centro del libro es roja y carece de letras, está completamente libre de signos y dibujos. A ambos lados de ella, en las dos contiguas en ambos sentidos, el texto se encuentra escrito en rojo sobre fondo blanco. Mario lo explica, pero no aclara el enigma de la hoja central vacía. En el párrafo manuscrito donde hace mención a esa hoja roja, parece que intentando descifrar el contenido del mensaje ausente, hay un entrecomillado inicial y final y nada visible en medio de un espacio que aparentemente no debería estar vacío. Sorprendente que en sus hojas sucediera algo similar a lo que sucedía en el libro. Muy extraño todo. 

Lo prolijo del texto escrito por Mario desaconseja trasladarlo al conocimiento general. Ya hay demasiada literatura hablando del bien y del mal, de lo humano y lo divino, como para insistir en ello ahora, por mucho que sea sorprendentemente excepcional el suspense que emana del texto y su acertado tono sobrenatural y solemne que, en alguna ocasión, consigue sobrecogerte. Baste decir, respecto al asunto que nos ocupa, que durante mucho tiempo estuve rompiéndome la cabeza intentando deducir qué sería aquello que no estaba escrito y el porqué de que sucediera sobre ambos soportes. Pasado el tiempo, una noche de insomnio, me vino a la cabeza lo que debería haber pensado mucho antes. Si tenía en mi poder el recibo de compra del libro, por qué no escribir al librero preguntando sobre aquello que seguramente el sabría. 

Tan fácil como eso. Y tan resolutivo. En efecto, él lo sabía y me contestó con más amabilidad de la que esperaba, supongo que por el hecho de coincidir conmigo en el recuerdo afectuoso y la admiración mutua hacia Mario. 

Otra cosa es que la explicación pueda convencer a todos o sea suficientemente verosímil como para poder ser aceptada así como así. 

Según refiere Chandramonli en su carta, existe una leyenda según la cual sólo en Benarés, ante el río sagrado, o en presencia de su agua, el texto se hará visible y en él, entonces, cada hombre podrá leer todas las fechas claves de su vida, incluida la de su muerte. Ante la posibilidad de que yo no pudiera viajar con el libro hasta la India, el generoso librero acompañaba su carta con una vasija llena de agua del Ganges. Todo amabilidad. 

Yo sé que a ese agua le fue devuelto el cuerpo incinerado de mi amigo y lo guardo como un objeto sagrado. Pero no soy crédulo en eso de las leyendas, la magia o lo sobrenatural, por esa razón no he vuelto a abrir el libro, ni me apremia la necesidad de comprobar la verdad o falsedad de tan sugerente leyenda que podría hacer visible toda la incertidumbre que me concierne. No todo han de ser certezas, pienso, aunque reconozco que a veces me pica la curiosidad de saber si realmente habrá alguna ceniza de mi amigo en el agua de la vasija o si las letras se habrán hecho visibles allí arriba, en su estante, dentro del libro cerrado de Mario."





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