14 de julio de 2019

ESCAPAR DEL LABERINTO





“Cierro los ojos y todo el mundo cae muerto. 

Levanto los párpados y todo nace de nuevo. 
(Creo que te inventé dentro de mi cabeza).

Sylvia Plath











Un mundo exterior y otro interior, cada uno con su propio laberinto, y el que se origina entre ambos. Puedes huir del uno al otro para ocultarte y en cualquiera de los dos quedar atrapado para siempre, salvo que, volviéndose todos ellos inhabitables, elijas escapar. Me detengo por un momento en esta idea, equilibrio imposible que arrastra la voluntad de vivir por el camino sin retorno de la última desesperanza. Especialmente cuando la poesía es la protagonista. 

Hacía zapping y una guapa, elegante y distinguida economista era entrevistada a las puertas de la bolsa de valores de Wall Street. Con voz seductora y total aplomo decía que si la inmensa mayoría de la población mundial no está en la miseria es gracias a los emprendedores que mueven el mundo, como ella. Estuve a punto de creérmelo, la belleza me aturde. Casi al mismo tiempo, en otro canal, destacados gurús de la economía y la política celebraban, como si les hubiera tocado la lotería, la caída de un gobierno que había fracasado en su empeño por hacer realidad un cambio de paradigma improbable: Grecia. El cerebro derecho, me dije, ese lugar que maneja un idealizado concepto del Estado al servicio del hombre, parece no entender el inmenso poder de los números que mandan hoy en día, porque cualquier pretensión ajena a su inercia choca con una realidad intolerante. Es evidente que la destrucción de la capa de ozono de la dignidad propiciada por ciertas formas de economía no nos afecta a todos por igual. Unos, como yo, nos iremos de vacaciones algunos días en la breve ensoñación de libertad que nos permite lo que hemos podido ahorrar durante todo el año, algunos, los menos, ya viven en permanente estado vacacional sin percatarse de ello y otros, los más, ni siquiera han oído hablar de que tal cosa exista ocupados como están en sobrevivir. Vuelvo a caer en la misma espiral de siempre, un remake muy cansino, ya lo sé, es el efecto que provoca la mezcla de impotencia y escepticismo con el que somos sedados para poder conciliar el sueño cada noche. Otra opción, muy utilizada para la supervivencia emocional, es acudir a la protección divina, un tipo de bálsamo connivente con las corporaciones y que alivia el dolor ocultándolo en un universo paralelo. Tiene mucho predicamento pero no me va, sinceramente. Por último, también se puede escapar de tan asfixiante despropósito de una forma más drástica y definitiva a través del suicidio, es esta una reacción química compleja que no aconsejo, ni descarto. Las leyes que rigen la física y la química del universo me resultan tan respetables como, en gran medida, desconocidas. Hoy quiero recordar a algunas mujeres que se decidieron por él. 

La primera que me viene a la cabeza es Sylvia Plath.

Siempre la imagino enojada, manifestando su decisión de no volver a hablar con dios al saber la muerte de su padre -".../Debí haber amado al pájaro de trueno, no a ti; Al menos cuando la primavera llega ruge nuevamente. Cierro los ojos y el mundo muere./...". El alma poética destila sutiles aromas para perseverar en una esencia de la realidad inalcanzable para mí pero que me seduce irremediablemente. Por otro lado, no puedo aceptar la impunidad de ese dios que nos lanza a la caja de las sombras, ni creo humanamente aceptable justificarlo con simplistas argumentaciones sacerdotales. Aclaro, para quien ya me conozca, que no me contradigo, considero mi agnosticismo como una manera amable de ejercer la libertad a la hora de perder el tiempo, así me puedo permitir elucubrar si me place sobre cualquier asunto por absurdo e inverosímil que sea. Cuando al fin descubrimos que Sylvia sufrió una enfermedad maníaco depresiva, que tomaba psicofármacos y que su suicidio aconteció al poco de su divorcio caemos en la tentadora inercia de catalogar tal final como de fracaso personal. El gas puso fin a su vida. A pesar de todo, yo discrepo de tal interpretación. 

Sobre la transgresora Alfonsina Storni 


-.../Tengo sueño mujeres, tengo un sueño profundo. Oh, humanos, en puntillas el paso deslizad; mi corazón susurra: me haga silencio el mundo, y mi alma musita fatigada: ¡callad!.../- se ha escrito y cantado tanto que la realidad se desdibuja entre lo verosímil y la leyenda. En mi desautorizada opinión, dos cuestiones salvan a tan idolatrado personaje de las posibles contradicciones, dos acontecimientos irrefutables, esenciales y leales a sí mismos: sus poemas y su adiós. Un ser apasionado que prioriza la estética serena de su final merece mi admiración. Venero al mar y la determinación de adentrarse entre las olas representa, en mi opinión, la esperanza última en una metamorfosis del regreso al origen para poder renacer. Pero no, no os animo al suicidio. Bien distinto es, a pesar de la similitud, arriesgarse a morir ahogado en el mar o en el océano para alcanzar un espejismo de supervivencia. Este es un tipo de suicidio sobrevenido y provocado por otros, aunque ahora pienso que de alguna manera quizá todos lo sean. 

Sobre Adeline [Virginia Woolf],


 -El sol no había nacido todavía. Hubiera sido imposible distinguir el mar del cielo, excepto por los mil pliegues ligeros de las ondas que le hacían semejarse a una tela arrugada. Poco a poco, a medida que una palidez se extendía por el cielo, una franja sombría separó en el horizonte al cielo del mar, y la inmensa tela gris se rayó con grandes líneas que se movían debajo de su superficie, siguiéndose una a otra persiguiéndose en un ritmo sin fin.- su bipolaridad y atormentada vida, en una época tan convulsa, tengo poco que añadir. Baste leer sobre su vida para compartir, aunque sea mínimamente, algo de esa profunda depresión que le condujo al río Ouse. Suicidarse en un río no es equiparable a hacerlo en el mar, por supuesto: las olas, el horizonte y sus luces, el olor y el sonido, la sal que arrastra el viento hasta la boca, sin calles ni puentes, la desnudez y la ausencia, la posibilidad de adentrarse lentamente, acaso sin más violencia que la espuma. No obstante, arrojarse desde un puente habiendo llenado previamente sus bolsillos con piedras pone de manifiesto la sinergia entre una gran desesperación y un fuerte carácter. Se lo reconozco, pero me parece que nada tiene que ver con el afán de renacer de Alfonsina o el de reivindicar la propia deidad de Sylvia, el suicidio de Virginia es pura huida a ninguna parte. Como el dormir, como el rezar. 

Clavarse un cuchillo y tirarse al Rin como Karoline von Günderrode


-Ay, amigo, la tarde veo enrojecer más hondo en el Oeste, con una sonrisa sería, irse apagando con triste sonrisa; Oh, debo entonces preguntar por qué se vuelve todo turbio y oscuro. Pero guarda silencio y llora en mí burbujas de rocío.-, dispararse un tiro en el corazón en el reclinatorio de la catedral de Notre Dame como Antonieta Rivas Mercado


-Crueldad azul de las montañas frías –recorte perenne de su pasmo fijo de su goce o dolor, pureza pura –montañas en perfil, dimensión única –espinas del recuerdo prisionera –casco diáfano del horizonte mío –el cielo impenetrable, penetrado -¿es mi alma el filo de vuestro perfil, perfil del horizonte?...-, tomar una sobredosis de morfina como María Polydouri 


- Sólo porque me tuviste entre tus brazos una noche, y me besaste en la boca, sólo por eso soy hermosa igual que un lirio abierto y aún guarda el alma aquel escalofrío, sólo porque me tuviste entre tus brazos.-, el alcoholismo y el tiro en la cabeza de Violeta Parra


-Maldigo del alto cielo la estrella con su reflejo, maldigo los azulejos destellos del arroyuelo, maldigo del bajo suelo la piedra con su contorno, maldigo el fuego del horno porque mi alma está de luto,...-, ahogarse con el monóxido de su Jaguar rojo como Anne Sexton


-.../Ahora que he escrito tantas palabras, Y dejado tantos amores, para tantos, Y he sido completamente lo que siempre fui – Una mujer de excesos, de celos y codicia, El esfuerzo me parece inútil/....-, el ahorcamiento de Marina Tsvetaeva


- Rainer, quiero encontrarme contigo, quiero dormir junto a ti, adormecerme y dormir. Simplemente dormir. Y nada más. No, algo más: hundir la cabeza en tu hombro izquierdo y abandonar mi mano sobre tu hombro izquierdo, y nada más. No, algo más: aún en el sueño más profundo, saber que eres tú. Y más aún: oír el sonido de tu corazón. Y besarlo. -, la pertinaz Florbela Espanca


que lo consigue al tercer intento - .../¡Quiso Dios hacer de ti la ambrosía De esta pasión extraña, ardiente, increíble! Erguir en mí la antorcha inextinguible, ¡Como un cincel grabando una agonía!/... -, la amiga de Cortázar Alejandra Pizarnik


que optó por los barbitúricos - .../Tú lloras debajo del llanto, tú abres el cofre de tus deseos y eres más rica que la noche. Pero hace tanta soledad que las palabras se suicidan./... -, arrojándose de un octavo piso como Ana Cristina Cesar


- No, la poesía no puede esperar. El velero toca las tierras heladas del extremo sur. Escapo a los aullidos en el coche. Hoy ¿vos sabés de eso? ¿sabés de hoy? ¿Sabés que cuando digo hoy, hablo precisamente de ese extremo ríspido, de este punto que parece el último posible?... -, son otros ejemplos de mujeres poetas que decidieron escapar del laberinto del dolor, la tristeza, la frustración o el desconsuelo. Achacar tales finales a una enfermedad mental, a una sensibilidad especial, a una vida tortuosa, al desamor, etc., es una simpleza impropia de cualquier inteligencia que se precie. El equilibrio del universo interior del espíritu poético es de una fragilidad excepcional y su relación con el mundo exterior se ve condicionada por ello de forma determinante. Elegir el suicidio, y no a la inversa, es un gesto de audacia reservado para valientes. Eso creo. Algo difícil de entender en esta sociedad sometida a la esclavitud de las modas, al consumo y al dinero, adoctrinada por los medios y las religiones y que considera digno aguardar la muerte abandonándose a la inercia de una decrepitud vegetal, rodeada de tubos, seres extraños y medicamentos. Descansen estas poetas en la paz y belleza de sus escritos. 

Es hora de escapar. Disfrutad intensamente del descanso antes de volver a vuestro laberinto. 

Felices vacaciones



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