4 de abril de 2011

CATEQUESIS PARA INVIDENTES


"Su ejército estaba allá abajo, fuera del tiempo, inmóvil, calcificado, cubierto por la tierra, y él había asumido la tarea de alzarlo del barro. La sola idea le causaba temor. La suya era una misión antinatural, en la que la ceguera, la mudez y la absurdidad estarían siempre presentes. "
Ismail Kadaré 
El general del ejército muerto (fragmento)




sonsbeck, germany, 2009 - jakobwagner



"Recuerdo la luz intermitente de las luciérnagas salmantinas de Béjar, casi tan pequeñas como yo, mientras jugaba con ellas en mis manos, por la noche, abriendo y cerrando, encendiendo y apagando. 





También recuerdo a las costarricenses de Limón, luciérnagas tan grandes y luminosas que daba miedo cogerlas, deslumbraban, como las coloristas carreras de jinetes tribales en las playas de la ciudad de Trípoli, la de Gadafi, disparando sus fusiles de pólvora al viento tras la galopada. Hace muchos años de aquello y si lo cuento es porque me gusta recordarlo deliberadamente con los ojos abiertos y después con ellos cerrados. Encendiendo y apagando, igual. Con la imprecisa definición, entre luminosa y emotiva, que acompaña a los pensamientos de aquel entonces, como quien recuerda una textura, una melodía, un sabor o un aroma.





Abro y cierro mis ojos recordando incluso la manera en la que antes recordé simular una memoria sin luz. Seguramente si un ciego me oyera en estas vacilaciones infantiles me adivinaría con los brazos extendidos intentando explorar torpemente con las manos un espacio invisible.




Lo cierto es que hoy, desde una gran ventana vertical situada por encima de todos los tejados, juego a abrir y cerrar los ojos sobre la lejanía de un atardecer primaveral y me pregunto qué podría emular en mi improvisado corazón invidente a este tipo de placentera serenidad de horizonte dorado que me regala la mirada. Sin embargo, no alcanzo a saber dónde pueda radicar el origen emocional de esta percepción y mucho menos aún a qué podría equipararse en el laberinto de un universo tan desconocido para mí. 





Imagino así y elucubro que si residiera en la línea imperturbable de su rectitud, bien pudiera semejarse a la suavidad de una perfecta superficie fría deslizándose bajo los dedos; si en la dorada tibieza del sol en el crepúsculo, quizá en el cosquilleo templado de otra piel deseada; y si en la conjunción de ambas, puede que en el hecho de descubrir durante el recorrido táctil de una mejilla la frontera apenas elevada y nítida hacia la suavidad de unos labios que auguran un afecto.





Hace tiempo, puede que fuera la primera vez, lo hice ante la muerte ajena y presente. Abrí y cerré los ojos, incrédulo ante aquel cuerpo inmóvil, intentando escapar del terror de una realidad confusa buscando otras percepciones desconocidas y distintas al cadáver que las provocaba. Ante el estruendo del silencio más absoluto, sin ningún otro camino de exploración distinto al contacto, acepté el desafío de renunciar a la mirada y darle el protagonismo a mi mano. El miedo anuló la experiencia de la esencial nitidez de aquella percepción. Adivino pues que la clave en el invidente bien pudiera estar en la temperatura que roba la piel fría, en el calor que escapa, junto a la estremecedora emoción de reconocer en las facciones céreas el final irreparable de una aventura.


manhattan, usa, 2006 - jakobwagner


Abro y cierro los ojos y tanteo en la oscuridad ficticia de mi vida, en fin, como si se tratase de un juego. Quiero decir, ante la propia imagen reflejada en unos ojos cercanos o ante la abigarrada realidad plagada de contradicciones. Y a fuerza de repetir el ejercicio y de traducir percepciones entre lenguajes, me he aficionado a buscar dimensiones nuevas a las experiencias que sorprenden a mis otros sentidos. Ahora, por ejemplo, acabo de oler una mezcla de perfume dulce y café y la he visto a ella subiendo con sus ancianas manos las sábanas limpias para arroparme.


düsseldorf, germany, 2010 - jakobwagner


Oigo las noticias sobre la guerra y la muerte en los horizontes de Libia y cierro los ojos y siento deslizar mis dedos por un desierto de amigos lejanos y la dentera arenosa de un filo cortante precediendo a un reguero de sangre, hacia mis manos iluminadas de luciérnagas.


london, england, 2077 - jakobwagner


 Abro y cierro los ojos."








Las fotografías son de Jakob Wagner

11 comentarios:

César dijo...

En el juego de abrir y cerrar los ojos, busca el milagro, que la imagen se haga materia y la perciba, aunque bien sabe que ve perfectamente aquello que importa ver: las manos subiendo la sábana hasta el cuello. Y no precisa verlas, para saberlas limpias, como no precisa ver la sangre para sentirla en las noticias.

Mixha Zizek dijo...

EWl juego de usar los sentidos como la vista y el tacto me gustó en tu relato paralelo a una realidad que se escapa y se agrega al mundo ficcional. Buen ritmo en tus palabras, excelente post, besos

Jezabel dijo...

Echaba de menos leerte. Que la mierda del mundo no enturbie tu capacidad de sentir bonito, y ya puestos, de contarlo. Yo hoy me desperté con un potente olor a rosas,los vientos del parque de al lado soplaban a mi favor,
un besazo

BEATRIZ dijo...

Había un ejercicio literario de cerrar los ojos y palparse el rostro, luego intentar expresar lo que sucedió en esos momentos...pero esto de abrir y cerrar los ojos y transportarnos en el tiempo y el espacio, es realmente creativo Javier. Es un verdadero despertar tu post.

Saludos grandes.

Antoniatenea dijo...

Bellísimo..yo también he hecho ses gesto con la cámara del ojo y le he enviado a mi disco duro imágenes..ideas iguales a las tuyas..casi me ha estremecido tu escrito, incluidas las luciérnagas de CVosta Rica.
Un beso!

Ardilla Viajera dijo...

Me dejaste abriendo y cerrando los ojos!... lindas imágenes, lindos textos... son tuyos?
Un abrazo.

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Un texto conmovedor que bien pinta las sensaciones que nos invaden cuando la realidad nos supera y nuestra carga emotiva llega a producir, en apariencia, lo contrario de lo que uno mismo siente.
El efecto de las fotos intercalas logra sumarle fuerza y expresividad a la lectura.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Cerramos los ojos para guardar las emociones intensas en nuestro corazón, también para no ver la cruda realidad.
En un abrir y cerrar de ojos se pasa la vida.
¡Que bonito Javier! Ha merecido la pena esperar.

Un saludo.

María de la Cal.

Raúl dijo...

En tu entrada, el gesto de abrir y cerrar los ojos es algo más que un parpadeo o que un guiño. Es algo más...

Berni dijo...

Ese juego de percepciones, de cruzados flahbacks procedentes de la realidad o la ficción, ligados a la calidad de tu capacidad descriptiva, resultan tan reveladores como bellos.
Magnífico post.
Un abrazo.

Eva Magallanes dijo...

Un texto triste. La tristeza que llama a la puerta cuando tras la niñez las luciérnagas no son suficientes. Hay filosofía aquí, hay poesía, hay una búsqueda del y en el otro, hay una sensibilidad que encuentra las palabras como en una partitura: música del alma que llora a veces de nostalgia, a veces de impotencia. Ver: duele. Mas, la invidencia crónica enferma al planeta. Desde aquí mis manos con mis propias luciérnagas
Pd: muy cierto es que "la pintura, como la música, guarda intacta en el tiempo su perfecta lealtad a sí misma.".

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