21 de septiembre de 2013

WOMEN CALLIGRAPHY (fiction)

" Mi mujer de cabellera de fuego de madera
De pensamientos de relámpagos de calor
De cintura de reloj de arena
Mi mujer de cintura de nutria entre los dientes del tigre
Mi mujer de boca de escarapela y de ramo de estrellas de última magnitud
De dientes de huellas de ratón blanco sobre la tierra blanca
De lengua de ámbar y de vidrio frotados
Mi mujer de lengua de hostia apuñalada
De lengua de muñeca que cierra y abre los ojos
De lengua de piedra increíble
Mi mujer de pestañas de palotes de escritura infantil
De cejas de borde de nido de golondrina
Mi mujer de sienes de pizarra de techo de invernadero
Y de vaho en los vidrios
Mi mujer de hombros de champaña
Y de fuente con cabezas de delfines bajo el hielo
Mi mujer de muñecas de cerillos
Mi mujer de dedos de azar y de as de corazones
De dedos de heno cortado
Mi mujer de axilas de marta y de hayucos
De noche de San Juan
De ligustro y de nido de escalares
De brazos de espuma de mar y de esclusa
Y de mezcla del trigo y del molino
Mi mujer de piernas de cohete
De movimientos de relojería y de desesperación
Mi mujer de pantorrillas de médula de saúco
Mi mujer de pies de iniciales
De pies de llaveros de pies de calafanes que beben
Mi mujer de cuello de cebada no perlada
Mi mujer de garganta de Valle de oro
De cita en el lecho mismo del torrente
De pechos de noche
Mi mujer de pechos de topera marina
Mi mujer de pechos de crisol de rubíes
De pechos de espectro de la rosa bajo el rocío
Mi mujer de vientre de despliegue de abanico de los días
De vientre de garra gigante
Mi mujer de espalda de pájaro que huye vertical
De espalda de azogue
De espalda de luz
De nuca de canto rodado y de tiza mojada
Y de caída de un vaso en el que acaba de beberse
Mi mujer de caderas de barquilla
De caderas de lustro y de penas de flecha
Y de tronco de plumas de pavo real blanco
De balanza insensible
Mi mujer de nalgas de asperón y de amianto
Mi mujer de nalgas de espalda de cisne
Mi mujer de nalgas de primavera
De sexo gladiolo
Mi mujer de sexo de yacimiento de oro y de ornitorrinco
Mi mujer de sexo de alga y de bombones antiguos
Mi mujer de sexo de espejo
Mi mujer de ojos llenos de lágrimas
De ojos de panoplia violeta y de aguja imantada
Mi mujer de ojos de sabana
Mi mujer de ojos de agua para beber en la cárcel
Mi mujer de ojos de madera siempre bajo el hacha
De ojos de nivel de agua de nivel de aire de tierra y de fuego. "
 André Bretón 
La unión libre (fragmento)



Laura Zalenga




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Volvió casualmente a mis manos este verano el libro adivinatorio ilustrado “The women who are in you” del manuscrito de Conrad Libeck (Varsovia, 1854-1904), edición facsímil que publicó con tanto esmero la editorial Book’s hace unos cinco años –vigésima edición-, y de nuevo he vuelto a disfrutar de esa luminosa visión y agudo análisis que caracteriza a este autor cuando examina la figura de la mujer en el mundo masculino. En la introducción de esta edición se añadieron, con gran acierto en mi opinión, comentarios firmados por destacados intelectuales de la literatura europea de la época, que trascendieron entonces las maniqueas fronteras del pensamiento, y que tanto sirven hoy de ayuda al lector a la hora de situarse en el contexto del universo intelectual donde C. Libeck desarrolló sus revolucionarias y conocidas teorías. Me llama especialmente la atención el artículo de Eldo C. F. (NYT, 22/11/1882): “… La extraña convivencia de estas nuevas realidades, tan insospechadas como verosímiles, son las que definirán en el futuro una nueva época marcada por el surgimiento de un inesperado abismo entre quienes quedan a merced de una ignorancia desenmascarada y aquellos cuya sabiduría es revelada…”. Personalmente me apasiona la forma en la que dibuja la cartografía de una sexualidad multifactorial y desarrolla su dinámica y componentes, dice “como los hilos trenzados de múltiples telas de araña”, así como la relación entre los numerosos protagonistas que disecciona dentro de cada amante y en esa dimensión poliédrica en constante transformación que denomina “anagenismo emocional” y que tanto influyó en los trabajos de S. Freud.



Es la tercera vez que lo leo íntegramente, aunque confieso que representa para mí un libro habitual de consulta al que acudo con cierta frecuencia en busca de puntuales respuestas a cuestiones relevantes de esta acuciante actualidad en la que vivimos. Seguro que todos lo habréis leído y no quisiera aburriros con innecesarias referencias a su contenido.

El hecho de reparar hoy en él se debe inicialmente a una razón que os comentaré más adelante porque antes tengo que contaros algunos acontecimientos de especial importancia y actualidad que me han sorprendido en relación con este escritor y que han llamado poderosamente mi atención. Los motivos que parecen justificarlos provienen de una serie de sucesos de los que con toda seguridad no habréis podido tener noticia y de los que os quiero poner previamente en antecedentes. 
Hace un año aproximadamente que un amigo mío y compañero de universidad, el Profesor A. Borsman, me remitió amablemente un ejemplar de la cuarta edición de su Tratado de Psiquiatría. Allí incluye por primera vez el término “Síndrome de Libeck-Jackson” con el que describe un tipo de desdoblamiento de la personalidad sexual de índole homicida y de carácter femenino cuya peculiaridad reside en que su fisiopatogenia se fundamenta en una de las figuras femeninas que representó C. Libeck en su libro muchos años antes. Pues bien, el caso es que la semana pasada leí en el obituario del periódico dominical la triste noticia de su repentino fallecimiento y en la reseña que hacía referencia a la causa de su muerte se mencionaba sorprendentemente el “síndrome de L-J” que él acuñó. 

El siguiente acontecimiento sucede exactamente hace cinco días. La nieta de Conrad Libeck (Helen L. Clark), a quien sigo en twitter desde hace tiempo -@Helen_Libeck-, aseguraba que en las memorias de su madre, hija de C. Libeck, -obra inédita cuya publicación ha sido anunciada para el próximo otoño- se confiesa públicamente, por primera vez, que la muerte de su abuelo fue debida a una conspiración urdida por su propia esposa y discípula Marguerite Jackson. Ello no tendría ningún interés especial si no fuera porque tal acontecimiento, nunca desvelado, me recordó al síndrome descrito por Borsman en el que ya incluye el apellido de Marguerite mucho antes de ser revelados los detalles de su muerte y es el motivo por el que, aunque en un primer momento me pareció un asunto sensacionalista dirigido a despertar el interés de los lectores ante la inminente salida al mercado de la obra, me sentí invadido por cierta sensación de extrañeza que inevitablemente me hacía relacionar ambas muertes. Por esta razón y tras los últimos acontecimientos decidí revisar la documentación que guardo de los trabajos de Conrad y las cartas personales de Borsman, en la que incluye comentarios relativos a sus trabajos de psiquiatría, en busca de algún dato que pudiera hacer referencia a esta aparente relación entre sus distantes muertes. Pues bien, tras comparar los datos que poseo, a todas luces insuficientes, me atrevería a apuntar que el propio Conrad habría predicho tal desenlace cinco años antes de su supuesto asesinato en el libro que os comento. En el capítulo 14, “Our bedroom space”, página 287, párrafo tercero, puede leerse: “… y ya contagiado, su impaciente sexualidad inundaría el espacio de una violencia amarga y ajena a ambos, de la que sólo podría liberarse con su muerte, o con la mía… ”. Pues bien, ayer me puse al habla con Helen para comentarle mi pesar ante estos trágicos sucesos y para hacerle partícipe de mis sospechas, recabar su opinión e indagar la posible existencia en su poder de algún otro documento inédito que avalara mi teoría o me permitiera abundar en ella. Se mostró muy sorprendida.

Hoy, muy temprano, recibí una llamada anónima en la que se me advertía del peligro que podría representar para mi seguridad y la de mi familia el hecho de que mis conjeturas pudieran llegar a la opinión pública. Sinceramente, no me lo explico. Supongo que quizá todo ello pudiera perjudicar los intereses económicos de algún implicado en el ámbito editorial.

En cualquier caso no hay problema por mi parte, como ya os dije no era mi intención polemizar sobre el asunto. Además, como escribiera FGL: “si nunca me preocupé de nacer, qué sentido tendría preocuparme ahora por morir”. Pero no me apetece.

Lo cierto es que si me permití traer a colación este facsímil es porque la caligrafía y los dibujos de Conrad Libeck me seducen de una manera muy especial y porque creo que encierran una gran armonía y belleza. Y me permito suponer que cualquier grafólogo podría coincidir conmigo en que la sensualidad que se desprende de sus trazos es equiparable a la enorme sensualidad que marcó toda su obra y, muy posiblemente, su extraña muerte.
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5 comentarios:

José Alfonso Romero P.Seguín dijo...

La constante dualidad (ternura, violencia…) que denuncia A. Bretón en esa larga y bella mirada a su mujer es causa y efecto de una visión del mundo que a mí se me antojó durante largos años como una consecuencia más del horrible esfuerzo a que somete la sociología y más concretamente la sacralizada “Cultura” al hombre al margen de su sexo, y a de que hace mención Sigmund Freud en su “El malestar de la cultura”. Sin embargo, en la actualidad vengo sosteniendo que no somos tanto el efecto de lo que pensamos sino de la disposición genética a hacerlo de una determinada manera. Es decir, que pensamos y reflexionamos sobre cuanto no rodea más en función de una inclinación propia de nuestra naturaleza que de una desviación social, llámese cultura, costumbre o norma.
Duele imaginar, qué decir de constatar, que somos así por mera inercia biológica y no por complejos procesos intelectuales. Pero me temo que es así, que todo aquello que elaboramos a través del pensamiento no es sino mascara de una realidad abrumadora e irremediable, la del animal heredado que llevamos dentro.
Texto el tuyo y no lo digo por imperativo genético sino ético lo suscribiría J.L. Borges. Cuajado de referencias y citas que ilustran ese síndrome que denominaría “Ámbito F.”, que aboca a quién lo padece a envidiar hasta rozar lo enfermizo al alta vibración poética que habita en el otro. Yo comienzo a sentirlo, polarizas lo bello con tal sencillez que a menudo siento un deseo irresistible de quedarme a vivir en tu blog.
Un placer leerte y contar contigo.
Recibe un fraternal abrazo.

BEATRIZ dijo...

Estupendo dibujo de Breton sobre la mujer polifascética.

Desconozco el libro y me parece excelente que hagas referencias a él, sobre todo con el conocimiento del que ha andado un camino más de una vez. Me dejaría llevar de la mano.

Saludos grandes FJavier.

Anónimo dijo...

Otro gran trabajo en su blog que nos enriquece y nos hace reflexionar. No he leído el libro, pero siempre nos acerca a cualquier tema con exquisita finura y sencillez, es un constante regalo de su cultura y conocimientos que estoy encantada de compartir.
Un fuerte abrazo.
María de la Cal

César dijo...

No puedes hacerme esto. Y ahora cómo confieso yo que en mi vida había leído a Bretón?
Se desprende de su lectura que es hombre con conocimientos profundos del alma femenina. No sabía que se pudieran decir tantas cosas y tan bellas de una mujer.
O necesitaba hacerse perdonar o intentaba conquistarlas.
Y hasta aquí lo que puedo decir sin exponerme excesivamente al ridículo.
He disfrutado (y sufrido) con la entrada y con el poema y también con los comentarios.

Jezabel dijo...

Me ha gustado tanto el último vídeo que se me ha olvidado todo lo demás, excepto este verso: "Mi mujer de vientre de despliegue de abanico de los días"
Cuánto sabes, qué barbaridad!
No he leído el libro de Conrad y ahora me apetece, claro.
Me voy sin tener claro si lo de tu amigo y la predicción de Conrad es real o ficción. En las dos posibilidades, es una semilla. Ni he parpadeado.

Un besazo, feliz otoño.

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